Hoy he vuelto al gimnasio. Al dejar de fumar a lo radical, he engordado como un cerdo, llegando al nada despreciable peso de noventa y un kilos, llegando así a la categoría de los pesados, deseo que tengo desde la infancia.
Esta necesita mucho gimnasio y psicólogo.
Una vez cumplido el deseo y teniendo en cuenta de que esto no puede seguir así, me dispongo a perder peso como una persona poco coherente que soy. Machacándome en el gimnasio, como siempre. De dietas ni hablar, eso es para los vagos y los enfermos.
Esta parece no estar mal. Loca, pero buenecilla.
Al llegar, siempre hechas una ojeada a tu alrededor, a ver si ves un conocido. Mi gimnasio parece el patio de una cárcel, muchos tatuajes y clanes de distintos países. Los moros boxeadores, los sudamericanos que no tienen ni puta idea de lo que hacen allí y los negracos enormes que con oler un gimnasio se ponen cuadrados.
Pero hoy había un par de chicas diez.
Las chicas diez no son chicas perfectas, no me malinterpretéis. Yo llamo chicas diez a las que solo son capaces de programar diez cosas para un día. Suelen entrar pintadas como puertas y salen igual, sin sudar ni leches. Bien podrían seguir en su casa viendo a la Esteban porque en el gimnasio no hacen nada. Lo peor de todo es escucharlas hablar, te duele la cabeza al oírlas comentar el sálvame.
Mujer preparada para la burrigorda del gimnasio.
Las diez cosas que pueden hacer en un día pueden ser perfectamente estas:
-Vestirse y pintarse por la mañana.-
-Follarse al que las mantiene antes de que se vaya a trabajar quince horas diarias.-
-Encender la tele-
-Verla un rato y llamar a una amiga diez como ella-
-Comprar ropa-
-Planear quedarse preñada para tener un seguro de vida para cuando inevitablemente engorde y se arrugue.-
-No cagarse fuera-
-tontear con el siguiente pardillo que la mantendrá, son prevenidas-
-apagar la tele-
-Poner buena cara al que la mantiene-
Las hay a patadas. Manteneos alejados si tenéis pasta, si no, da igual. Se me han puesto un par a un lado mientras hacía remo y al otro una señora de unos setenta kilos y metro cincuenta que cada vez que levantaba los brazos se moría una planta de la peste que le hacían los sobacos. Las dos chicas me han empezado a mirar mal y yo a marearme. Pensaba que era la falta de práctica, pero al levantarme me he dado cuenta de que era cosa de la guarrigorda del remo.
Seguiremos informando desde el infierno.
miércoles, 21 de abril de 2010
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yo en el gimnasio voy a las clases colectivas y si ando por la sala de maquinas siempre con mp3 a tope. Así no hago vida social con ese tipo de gente. Por lo que veo todos los gimnasios son iguales. puaf!
ResponderEliminarPues como la enanica gorda tenga un horario similiar al tuyo te la vas a encontrar mucho en el gimnasio. Lo mismo hasta se hace amiga tuya y te cuenta su vida.
ResponderEliminarYo hace tiempo que no voy, pero no me he dado de baja.
ResponderEliminarEl día menos pensado vuelvo en plan torero.
...Ahora recuerdo porque odio los gimnasios. Yo me conformo con el video y una cinta de Jane Fonda. Clásico que es uno.
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