miércoles, 26 de agosto de 2009

Curiosidades del cuerpo humano



Esto sentía yo.

El otro día estaba viendo una película que estaba la mar de bien (Hard Candy, muy recomendable), cuando noté que se me clavaba la goma de los calzoncillos en la ingle. Se puede sobrevivir y no es molesto, pero se nota. Es como cuando estás en el cine y alguien hace mucho ruido comiendo palomita, jode, pero no pasa nada. No le di más importancia, pero el tema estaba ahí.

Al ir a dormir, pensé que al día siguiente debía tirar esos calzoncillos y me quedé dormido escuchando la respiración profunda de mi mujer.

Al día siguiente, me fui a la piscina y me puse el bañador. Este molestaba más. Pensé que quizás se me había irritado la zona y me molestaba por eso. No le di más importancia.

Después de la ducha de rigor, no pensé en el tema más. Comí y pasé la tarde, consciente del roce, pero dando por hecho que pasaría al día siguiente, aunque me daba la sensación de que iba a más.

Al día siguiente, notaba el roce incluso sin calzoncillos. En la intimidad de la ducha, observé la zona y vi que no tenía absolutamente nada. Eso me inquietó más, porque si algo te duele y no se ve, está por dentro y eso es peor.

Analicé la zona afectada y no pasaba nada. Levanté una pierna, al más puro estilo de defensa de patada de Muay Thay, hice una serie de estiramientos en pelotas de esos que das gracias al cerrojo de la puerta, porque si te ve alguien corre a por la cámara para reírse. Noté la molestia. Era muy raro. Me dirigí al espejo y vi algo que me aterró. La bolsa que contiene mi valor, mi carácter y mi valentía, mis gemelos estaban desequilibrados. Uno estaba más arriba que el otro.

A un hombre le puede doler la cabeza, la oreja, un ojo, pero amigos, un huevo es algo que asusta. Te viene a la cabeza Molina, Lance Armstrong y varios más. Me imaginé rellenando la bolsa con una peladilla forrada de látex.

Recordé la vida de mis pelotas en un segundo, creo que allí dentro debieron ver una luz blanca y las pelotas de mis parientes muertos llamándolos al paraíso de los huevos, algo así como el almacén de una granja de pollos, pero muy limpio y con música de Enya.

La sorpresa saltó después, me rocé y pasó algo que no vi, pero sé que sucedió. Me lo dijo mi espalda, mis nervios y el sudor frío de mi frente.

¿Habéis visto alguna vez el circo del sol? Hay un número especialmente estúpido en el que un tipo, normalmente cachitas o una buenorra, sube por lo que parece una cortina, se enrolla con ella y después se deja caer desenrollándose. Algo así como un yoyo bajando, pero artístico y en mallas.

Así tenía mi huevo derecho durante el incidente, pero sin gafas.

Pues lo mismo hizo mi problema derecho. Se desenrolló del cableado y recuperó su posición como si aquí no hubiera pasado nada.

No sé qué es lo que pasó, tengo tendencia a interpretar todo lo que pasa, no creo en las casualidades y esto debe ser algún tipo de aviso de la providencia.

Podría ser un aviso de que me tengo que cuidar más, que me hago mayor, que cualquier cosa me puede dar por saco bien, y que mejor ejemplo que tocarme los cojones literalmente, podría ser.

Si nos da por ser más profundos, podemos asociar el problema con su significado metafórico, la pérdida del valor. Puede que mi cuerpo me esté avisando de que estoy perdiendo el valor (zona derecha) y me ha hecho recordar que lo que a primera vista podría ser un gran problema (por acordarme de los mono-huevos), se puede solucionar pegando un buen tirón donde haga falta y las cosas caerán por su peso. Quizás, quien sabe.

Por mi parte pienso que el problema lo ha causado algo que causa la mitad de las muertes del mundo, desde cáncer a hemorragias.

Un mal gesto.

Por lo menos eso dicen.

Y si no es eso, fue un golpe de aire.

1 comentario:

  1. Joder..., creo que voy a por cinta americana para dejarlas en su sitio sin que se muevan, ni para arriba ni para abajo.
    Y esperaré a septiembre a rodearlas de algodón, por si me da un golpe de frío.

    ResponderEliminar