jueves, 10 de septiembre de 2009

La moneda mágica

Cuando hicieron el timo cambio de moneda, recuerdo al estudiar las monedas que pensé que tenían dos grandes fallos. El primero, que las monedas eran muy feas, las de cinco céntimos para abajo tenían pinta de chapa sin cortar, las más grandes no tenían atractivo, sin caras ni nada.

El segundo gran error era que habían hecho monedas inútiles y faltaban algunas muy prácticas. La de dos céntimos es una gilipollada de moneda, no vale para nada, la de diez, tres cuartos de lo mismo teniendo la de veinte y faltaba la moneda mágica.

La moneda mágica y la de casi toda la gente de mi generación era la de veinticinco, la grandiosa, única e inconfundible moneda de cinco duros.

La moneda de cinco duros era la puerta de una tarde de felicidad. Con cinco duros te comprabas un tebeo, un comic o chucherías hasta reventar. Con cinco duros te comprabas calquitos y te pasabas la tarde rascando tatuajes en un papel, era tan estúpido como divertido. Un atracón de flases valía cinco duros, los de coca cola eran los más codiciados.

Con cinco duros podías jugar una partida a los videojuegos, entonces llamados marcianitos, que al jugar pagando, te daban un subidón de adrenalina importante. Cuando te mataban sentías dolor físico, un tercio de tu partida se había gastado.

Con cinco duros podías comprar una cantidad de canicas considerables o una peonza, la garantía de una tarde de diversión.

Con cinco duros te comprabas un porrón de sobres de indios, que una vez desplegados adecuadamente en tu habitación podían protagonizar una batalla espectacular después de Barrio Sésamo. La mayoría de los aguerridos soldados morían devorados por bestias inmensas que atendían al nombre de mascotas.

Desde aquí quiero exigir públicamente la creación de la moneda de veinticinco céntimos respetando el diámetro de la original.

1 comentario:

  1. Fantástica moneda, sí señor. Triste es pensar que su valor en euros es solamente 15 eurocents, o sea, combinación de 2 monedas marranas. Tenía un tamaño y un peso justo y un valor apreciable, cosa que ahora no te pasa ni con una de 50 céntimos.

    Aprovecho para reivindicar también la rubia de 2,50, que tenía casi el tamaño de la de 5 duros. En mis tiempos mozos me llevaron al laboratorio de química y me demostraron que una peseta rubia dentro de, creo recordar, nitrato de plata, se teñía plateada. Por supuesto mi idea fue rápidamente cazar cuantas más rubias de 2,50 (muy raras ya entonces) y transformarlas en plateadas para pasarlas por 5 duros. Viva la peseta!

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